Primeramente, en esta obra se pone de manifiesto que el conocimiento humano comienza con los sentidos. Esto se reflejaba igualmente en la Metafísica de Aristóteles:
"amor a las sensaciones. Éstas, en efecto, son amadas por sí mismas, incluso al margen de su utilidad y más que todas las demás, las sensaciones visuales. Y es que no solo en orden a la acción, sino cuando no vamos a actuar, preferimos la visión a todas –digámoslo- las demás. La razón estriba en que esta es, de las sensaciones, la que más nos hace conocer y muestra múltiples diferencias”.
Según se constata en el texto de Edith Stein, el conocimiento comienza por los sentidos; después tendría lugar una elaboración intelectual de este material recabado por los sentidos para finalmente llegar a la esencia de las cosas con un elemento pasivo en el que se recibe la intuición.
La filosofía es búsqueda de la verdad. Desear saber es connatural al ser humano y aquello que deseamos saber es la verdad de las cosas, no una verdad particular, sino de modo universal. Tanto Santo Tomás como Husserl buscan la verdad mediante la luz de la razón, con una actitud de búsqueda de respuestas ante los interrogantes más profundos que surgen en el interior del ser humano y que no tienen una explicación sencilla o no se puede ofrecer un razonamiento puramente científico puesto que no son verdades medibles o cuantificables.
Pieper menciona que, para Santo Tomás, la información que ofrecen las ciencias especiales se puede poseer de manera completa pero no así la sabiduría porque es buscada por sí misma. Los interlocutores de la obra de Stein son conocedores de que la sabiduría a la que el ser humano aspira nunca se logra en plenitud; desean conocer, pero son conscientes de las limitaciones humanas del saber. Pueden alcanzar la sabiduría humanamente, pero aun así las conclusiones a las que lleguen serán verdaderas y reales. Ninguno de ellos tiene una posición escéptica con respecto a la posibilidad de alcanzar el conocimiento.
Ambos desean saber la verdad de las cosas, lo que las cosas son, su esencia. Y conciben el conocimiento humano como un fin en sí mismo, no un saber para hacer o producir algo con él, en sentido utilitarista. Pieper presenta la filosofía como una actividad contemplativa e inútil, que trasciende lo útil ; el acto filosófico no tiene una utilidad práctica, sino que es un fin en sí mismo. Igualmente Pieper califica a la filosofía como una mirada receptiva a la realidad coincidiendo con Tomás de Aquino y Husserl, que dialogan en la obra sobre un recibir pasivo o el carácter pasivo de la intuición.